martes, 4 de marzo de 2008

Relato corto: Amanecer

Me despierto en la habitación de un hostal, todavía no ha amanecido. A mi lado yace el cuerpo dormido de una mujer joven de la que no recuerdo su nombre, la conocí durante la noche, entre cerveza y cerveza, nadie importante para mi, solo otra desconocida con la que disfrutar un rato. Me levanto y voy recogiendo la ropa esparcida por la pequeña habitación, me visto y me calzo las botas. Necesito dar una vuelta para despejarme. Salgo de la habitación lo más cuidadosamente y menos ruidoso que puedo, aunque es inevitable que suene algún crujido del suelo de madera, pero no parece molestar a la durmiente. Bajo las escaleras tranquilamente, y me despido del conserje con un leve gesto, quién no me hace mucho caso y vuelve a volcarse en la lectura del periódico que estaba leyendo tranquilamente.

Al salir un escalofrío me recorre la espina dorsal, hace frío, pero voy bastante bien abrigado con mi chupa de cuero. Me acerco a mi moto y retiro suavemente la cadena que la amarra a una farola con buena iluminación.

Meto la llave de contacto y las luces se encienden, arranco y me dejo apoderar por el rugir y la vibración de la moto durante unos segundos. Ya estoy listo, y empiezo a conducir por las desiertas calles de la ciudad.

Me paro en un semáforo, y otra moto se pone a mi altura. Quién conduce la otra moto parece ser una mujer, su traje de una pieza de cuero negro ajustado deja adivinar unas curvas perfectamente talladas. Gira su cabeza hacia mi, pero su casco negro y su visera tintada no me dejan adivinar ninguno de sus rasgos, una desconocida en toda regla. Acelera un par de ocasiones la moto, parece que quiere una carrera, pero no estoy interesado en juegos.

El semáforo se abre y me adelanta, se para delante, parece que quiere que la siga. No tengo nada mejor que hacer y tengo el depósito practicamente lleno.

La sigo y nos dirijimos hacia las afueras, salimos a la carrtera y vamos hacia la sierra. Empieza a intrigarme, y empiezo a acelerar, pero no me deja llegar a su altura, empezamos a tomar una serie de curvas y la tonalidad del cielo empieza a clarear, está amaneciendo y el rocío empieza a verse en las plantas que bordean la carretera iluminándose cuando algún rayo perdido golpea sobre las pequeñas gotas que se forman.

De repente veo una curva que parece que llega a lo más alto, acelero de nuevo, me voy a cercando a ella y al llegar a la cima un rayo de luz me ciega, cuando recobro visibilidad, no hay rastro de ella.

Ha amanecido, me paro en el arcén y miro al horizonte, nada. Miro a mi lado derecho y desde dónde estoy puedo ver como el amanecer azota la ciudad de la que vengo. La vista diría que es hermosa si no viera una boina gris sobre la ciudad, una nube de mierda producida por la vida moderna en la que lo único que importa es la productividad.

Al volver al mirar al frente, ahí está justo delante de mi moto, de pie, pero la moto en la que vino no está, y un susurro, que con los cascos debería ser imperceptible llega a mis oídos de forma nítida "Todavía no ha llegado tu momento, pero te esperaré, no tengo prisa". Al oírlo el escalofrío que me recorre el cuerpo me deja paralizado, la imagen de la mujer se desvanece.

No se qué pensar, me quedo atónito. Sigo sin comprender quién era esa mujer, ¿un fantasma?, creo que no, en este amanecer, he conocido a la muerte.

4 comentarios:

Chema Liso dijo...

¿Esto ha sido un sueño que luego has pulido narrativamente?

El Traficante dijo...

Nop, sólo un poco de imaginación ;)

Kineas dijo...

¿Curvas perfectas? ¿Algún tipo de deseo frustrado? ¿Insatisfecho con tu vida sexual?

Estás enfermo.

:D

Bien escrito. Cargado de tópicos pero bien escrito.

yacky dijo...

Me ha gustado un monton, vaya imaginación.

Espero que no tardes tanto en volver a deleitarnos con tus historias:P